Comentario
Capítulo 38
Del trabuco que hizieron los españoles para conquistar a los del Tlatilulco
Como los indios mexicanos todos estavan recogidos en un barrio que se llama Amáxac y no los podían entrar, ordenaron de hazer un trabuco, y armáronle encima de un cu que estava en el tiánquiz, que llaman mumuztli. Y como soltaron la piedra, no lle[g]ó a donde estava la gente; cayó mucho más atrás, junto a la orilla del tiánquiz. Y como salió el tiro en vacío, començaron los españoles a reñir entre sí. Como vieron que por vía del trabuco, no pudían hazer nada, determináronse acometer al fuerte adonde estavan los mexicanos, y pusiéronse todos en ordenança. Ordenaron sus escuadrones, y començaron a ir contra el fuerte. Y los mexicanos, como los vieron ir, ascondíanse por miedo del artillería. Y los españoles ivan poco a poco llegándose al fuerte, muy bien ordenados y muy juntos. Y uno de los mexicanos del Tlatilulco, que se llamava Chalchiuhtepeoa, púsose en celada con otros soldados que llevavan consigo, con propósito de herir a los cavallos. Y como llegaron los españoles adonde estava la celada, hirieron a un cavallo. Luego el español cayó en tierra, y los mexicanos le tomaron. Y luego salieron todos, porque salieron todos los mexicanos valientes que estavan en el fuerte, y hizieron gran daño en ellos, en los amigos de los españoles. Y ansí se retruxeron otra vez al tiánquiz, al lugar donde llaman Copalnamacoyan, adonde estava un baluarte. Después de esto, todos los indios enemigos de los mexicanos, que tenían cercados a los mexicanos, concertaron de cegar una laguna que les hazía mucho embaraço para entrar al fuerte de los mexicanos. Llamávase esta laguna Tlaixcuipan, que estava cerca donde está agora la iglesia de Sancta Lucía Y ansí otro día muy de mañana cargáronse de piedras y de tierra y de adoves y de ma[d]era de las casas que [de]rrocavan, y robaron todas las casas que estavan por allí cerca. Visto los mexicanos lo que hazían los enemigos, sacaron ascondidamente cuatro canoas con gente de guerra, cuatro capitanes con ellos, el uno que se llamava Topantemoctzin, y el otro Tlacotzin, y el otro Temilotzin, y el cuarto que se llamava Coyoueuetzin. Como estuvieron a punto, començaron a remar reciamente, y fueron contra los que cegavan la laguna dos canoas por la una parte y otras dos por la otra. Luego començaron a pelear y muchos murieron, unos en el agua, otros en tierra, otros echavan a huir y caían entre los maderos que havían puesto. Y de allí los sacavan arrastrando los mexicanos, llenos de lodo. Murieron muchos en este recuentro aquel día.
Y otro día luego los españoles acometieron el fuerte, que era donde llaman Amáxac, donde está la iglesia de la Concepción, y pelearon gran rato. Y finalmente llegaron a donde estava el vagaxe de los mexicanos. Y como llegaron a una casa grande que se llama telpuchcalli, adonde estava mucha gente, subiéronse a las açoteas de aquella casa, y todos los que estavan en la casa dieron consigo en el agua, por huir. Y un capitán que se llamava Uitziloatzin, con muchos soldados que estavan sobre los tlapancos començaron a resistir a los españoles, poniéndose por muro para que no pasasen adonde estava el vagaxe. Y los españoles arrojáronse contra ellos y començaron a matar en ellos y a destrozarlos. Y salieron otros soldados en favor de aquéllos, de manera que no podieron los españoles pasar adonde querían, y retruxéronse.
Y otro día los españoles pegaron foego aquella casa en la cual havía muchas estatuas de los ídolos. Los españoles peleavan contra los mexicanos ya dentro del fuerte. Y a las mugeres y niños no los hazían mal, sino a los hombres que peleavan. Aquel día despartió la noche la pelea. Y otro día los españoles y todos los amigos començaron de caminar hazia donde estavan los mexicanos en su fuerte. Y los mexicanos quisieron hazer una celada para resistir a los españoles la entrada, y no pudieron. Viéronlos, y ansí los españoles començaron a pelear, casi un día duró la pelea. A la noche retruxáronse a sus estancias, y a la mañana determinaron de romper. Y cercáronlos de todas partes, de manera que por ninguna parte podían salir. Y estando en esta estrechura, murieron muchos [indios] y mugeres pisados y acozeados. Y estando en esta pelea, las mugeres también peleavan, cegando a los contrarios con agua de las acequias, arrojándosela con los remos.
Estando ya los mexicanos acosados de todas partes de los enemigos, acordaron de tomar pronóstico o agüero, si era ya acabada su ventura, o si los quedava lugar de escapar de aquel gran peligro en que estavan. Y habló el señor de México que se llamava Cuauhtemoctzin, y dixo a los principales que con él estavan, el uno de los cuales se llamava Coyoueuetzin, y otro Temilotzin, y otro Topantemoctzin, y otro Auelitoctzin, y otro Mixcoatlailotlactzin, y otro Tlacotzin, y otro Petlauhtzin: "Hagamus esperiencia a ver si podemos escapar de este peligro en que estamus. Venga uno de los más valientes que hay entre nosotros, y vístase las armas y divisas que eran de mi padre Auitzotzin." Luego llamaron a un mancebo, valiente hombre, que se llamava Tlapaltécatl Opuchtzin, que era del barrio de Coatlan, donde es agora la perrocha de Santa Catalina, en el Tlatilulco. Aquél le habló el señor Cuauhtemoctzin y le dixo: Veis aquí estas armas que se llaman quetzaltecúlotl, que eran armas de mi padre Auitzotzin. Vístetelas y pelea con ellas, e matarás a algunos. Yean estas armas nuestros enemigos; podrá ser que se espanten en verlas." Y como se las vestieron, pareció una cosa espantable, y mandaron a cuatro capitanes que fuesen delante de él, de cada parte dos, aquel que iva armado con las armas de Auitzotzin, en las cuales tenían gran agüero que saliendo luego los enemigos havían de huir. Diéronle también el arco y la saeta de Uitzilopuchili, que tenían También guardado por reliquias, y teníanse en aquel arco y saeta que cuando saliesen no podían ser vencidos. Aquella saeta tenía un casquillo de pedernal. Estando estos cinco puestos a punto, un principal mexicano, que se llamava Cioacóati Macotzin, dio vozes, diziendo a los cinco que estavan a punto: "¡Oh, mexicanos! ¡Oh, tlatilulcanos! El fundamento y fortaleza de los mexicanos en Uitzilopuchtli es ésta, el cual arrojava sobre los enemigos su saeta que se llamava xiuhcóatl y mamaloaztli. La misma saeta lleváis agora vosotros, que es agüero de todos nosotros. Mirad que la endereçáis contra vuestros enemigos para que haga tiro y no se pierda en valde. Y si por ventura con ella matardes o captivardes alguno, tenemos certidumbre y pronóstico que no nos perderemos de esta vez, sino que quiere nuestro dios ayudarnos." Y dichas estas palabras, aquel que estava armado, con los otros cuatro començaron a ir contra los enemigos. Y los enemigos, como los vieron, así los españoles como los indios, cayólos grande espanto; no los pareció cosa humana. Y aquel que iva armado con quetzaltectilotl subióse a una agotea. Y los enemigos paráronse a mirarle qué cosa era aquélla; y como conozieron que era hombre y no demonio, acometiéronle peleando y hiziéronle huir. El quetzaltecúlotl tornó tras ellos con los que con él ivan, y hizolos huir. Y subió otra vez en el tlapanco donde los tlaxcaltecas tenían quetzales y cosa de oro robadas, y tornóselas. Y bolvió a saltar del tlapanco abaxo y no se hizo mal ninguno, ni le podieron captivar los enemigos, mas antes los que ivan con él captivaron tres de los enemigos. Y por entonce cesó la pelea. Bolviéronse todos a sus ranchos, y el día siguiente tampoco pelearon.
Aquí se ponen los nombres de los capitanes y valientes hombres mexicanos y tlatilulcanos que se hallaron en esta guerra: uno de ellos era tlacochcálcatl, que quiere dezir "capitán general", que se llamava Coyoueuetzin; otro Tzilacatecutli; otro Temilotzin; estos eran tlatilulcanos. De los mexicanos, uno se llamava Cioacóatl Tlacotzin, otro Uitznaoácatl, otro Motelchiuhtzin. Estos eran valientes hombres de México y del Tlatilulco.